miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un hombre espera en la intemperie.


Habla Luis Eduardo Aute en su nuevo disco de la perdición que supone vivir a albur de la intemperie. Estuve escuchando sus nuevas canciones en el Teatro Nuevo Alcalá y disfruté reencontrándome con un autor que es referencia ineludible. En cierto modo siempre me acompañó, incluso antes de que nos conociéramos personalmente. Recuerdo los viajes que hice siendo un niño escuchando el viejo casette en el que mi hermano Daniel había grabado de la radio el concierto "Entre amigos", emitido íntegramente en directo en un tiempo en el que en las radios musicales aún había espacios para la calma y la reflexión. Recuerdo aquel primer mano a mano con Silvio, al que acudí con amigos, una noche mágica en Las Ventas que no olvidaré. En uno de mis conciertos en el café libertad estuvo Aute, y después escribió unas líneas para el cuaderno promocional de mi primer disco, me acompañó en mi primer gran concierto en un teatro de Madrid, y cantó conmigo una canción en aquel Principio de Incertidumbre. La última vez que compartimos escenario fue en Costa Rica. Y aún hoy no puedo creer que, después de tanto tiempo. pueda recibir el afecto y la atención de quien es uno de los autores de algunas de las canciones más hermosas escritas en castellano en los últimos tiempos. No tengo suficientes palabras de agradecimiento para él. Pero hablaba antes de lo que es vivir en la intemperie. Hizo Aute referencia al presentar una de sus canciones a la ocupación marroquí del Sahara, al sufrimiento del pueblo saharaui y a la ineptitud de los sucesivos gobiernos españoles que, eludiendo su responsabilidad y desoyendo las legítimas aspiraciones del pueblo saharaui en lo que respecta a su soberanía, jamás hicieron nada por buscar soluciones sostenibles al conflicto. A los 35 años que en definitiva lleva viviendo en la intemperie el pueblo del Sahara. Y todos aplaudimos. Porque la mayor parte de la sociedad civil comparte la indignación ante lo que ha ocurrido en El Aaiún, porque sabemos de nuestra responsabilidad como españoles en el conflicto, porque la dejadez por parte de los gobernantes es vergonzosa. Y a la intemperie viven ante nuestra mirada impasible miles de refugiados, desplazados por guerras, por las ocupaciones o por el hambre; hombres y mujeres, luces errantes, que buscan manos que le salven del silencio. Y así la vida sigue dándonos dentelladas, mostrándonos el abismo peligroso entre nosotros y el futuro. Aún quedan por suerte destellos de luz que iluminan la calle oscura, figuras recortándose contra el cielo naranja, señales inequívocas de que seguimos caminando, pues las siluetas se agrandan según avanzamos hasta convertirse en un abrazo. Y llueve, y la lluvia nos moja por las calles de Pontevedra. Y una hermosa muchacha, sin paraguas, corre bajo la lluvia, y el pelo húmedo se le pega a la cara llena de pecas y sonríe cuando por fin resguardada bajo un techo se sacude las gotas y se despide de la ciudad de piedra.

Y mientras llueve en Madrid, un hombre espera en el desierto...

Ismael Serrano.

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