viernes, 3 de diciembre de 2010

Sin título [Ni siquiera provisorio II]

Cuando todo esto empezó, le entregué mi patrimonio. Llené una mochila de amores perdidos, amores encontrados, lágrimas, dolores, libros leídos, poesías apenas recordadas, fechas, lugares, aeropuertos, el nombre eternamente doloroso de un hombre y un montón de miserias que todavía respiraban. El decidía si cargarla o no... creyó que no era demasiado peso para su ya cansada espalda. Adentro y por las dudas, le puse un revólver cargado con una sola bala: una mentira. Si todo se convertía en lucha el tenía la posibilidad de matar o morir, era justo. Las posibilidades eran limitadas, con una sola mentira se puede tirar al aire, lastimar, ejecutar o morir. Cuando la batalla del desencuentro finalmente empezó le di la espalda, escuché el disparo... Dicen que se disparó al alma un miércoles de noviembre... no quise preguntar.

2 comentarios:

Henry dijo...

Qué te puedo decir... BRILLANTE!!! (más allá de esa mala costumbre de revolverte la herida)

Gabriel Martínez dijo...
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